STELVIO





       Esta vez nos levantamos temprano pero no  el super madrugón, nos dimos un homenaje  de desayuno, repetimos creps, riquísimas. Antes de salir Ángel estuvo haciendo algunos trabajos en su bici,  cambiando las pastillas de frenos y regulando la dirección que estaba un poco dura, el  disco de freno estaba tocado y seguramente se comerían las pastillas. 

Y rumbo a un coloso, dirección el Passo Stelvio, el paso de montaña más alto de los Alpes orientales. Se puede subir desde tres sitios, Bornio (la más mítica), desde Santa Maria Val Müslai, y desde Prato, salimos de Prato. Sobre las 12 comenzamos la ruta, 24 kilómetros de subida con 48 " tornantis" italianos o curvas en herradura españolas, lo digamos como lo digamos están todas y hay que pasar por casa una de ellas.



 



No es por poner excusas(pero ahí están),  hay que tener en cuenta que desayunamos a las 7:30, estuvimos más de dos horas conduciendo hasta Prato por lo que cuando empezamos el ascenso no estábamos recién desayunados, ni levantados ni frescos y que el día anterior subí dos puertos, no tan duros pero puertos.

 Saliendo de Prato fuimos unos kilómetros por carril bici pegados al río, con calor y humedad. Los primeros kilómetros hasta Trafoi fueron más llevaderos, una vez pasado el pueblo empieza el primer tornanti número 48, venga solo quedan 47, la aptitud siempre positiva que queda bastante, aún faltan 15 km a más del 8%. De momento entre árboles y sombras, a  ocho kilómetros del final los árboles desaparecen y rodamos entre los muros de las curvas y el abismo, estamos a 1800 m de altitud, paramos e la curva 22 un espectáculo de paisaje, nos asomamos y podemos ver parte del recorrido hecho, al otro lado lo que nos queda para llegar.



Poco a poco,  cuando digo poco a poco es muy lentamente, avanzamos kilómetro a kilómetro y tornanti a tornanti, nos pasaron durante todo el trayecto muchos vehículos de motor, coches, motos y autobuses, quiero mencionar que hay que tener mucho cuidado porque no mantienen la distancia  de seguridad  el 1,5 m ni los 10 cm, adelantan pegados y les da igual si de frente se encuentra con otros vehículos o ciclistas, cuento esto porque en este tramo pasó un autobús que casi me roza el codo, nos asustamos. En en este último tramo en algunas curvas hay fotógrafos que inmortalizan a todos los que pasamos por allí. Va quedado menos y cada vez estoy más agotada, vemos  a un ciclista parado y nos vino muy bien ya que había una fuente donde rellenamos agua de esas montañas heladas, imaginaros cómo sentó el agüita fresca. 

 En algún tramo nos chispeó pero aún seguía haciendo calor, mis piernas estaban al límite, cada vez que había un tramo a más del 11% parecía que alguien me agarraba y me costaba muchísimo cada pedalada, cada vez que me levantaba los músculos se me congestionaban y cada vez que pasaba por una curva de herradura era un sufrimiento.








 Eso sí en una estampa de paisaje idílico. Cuando llegamos arriba no me lo creía, había sido intenso, unos compis me animaron y aplaudieron, todo un detalle y un empujón para terminar dignamente y con una sonrisa.





 Se acercaron a nosotros para darnos la enhorabuena, en esto del ciclismo hay un lenguaje universal. 

Después de hacernos varias fotos y recrearnos en las vistas, quedarme si palabras observando todo el recorrido, lo que más me apetecía era comer, había unos puestos de bocatas de salchichas, pedí un bocadillo de pan negro con salchichas de ciervo y Ángel de pan blanco y salchichas de cerdo (más clásico) junto con una Coca-Cola con todos sus azúcares.

Empezamos el descenso, y paramos en el cartel, unas fotos y ahora sí a bajar, con mucho cuidado por un lado por las curvas y por otro la bici de Ángel tenía la dirección algo rígida y las pastillas de freno, recién cambias, se estaban consumiendo a consecuencia del disco que estaba tocado.


 Pasamos por la frontera de Suiza, en Santa Maria Val Müslai, para regresar a Prato.

Nos montamos al coche y para el Hotel en un pueblo llamado Sulden, a 1900 m de altitud, aquí todo está muy alto. Estaba deseando darme una ducha y descansar, bueno descansar no es ir a dormir,  nos apetecía dar un paseo y cenar, comenzó a llover muchísimo cogimos un paraguas y nos fuimos directos a buscar restaurante, restaurante pizzería Alpina Restaurante Pizzería, nos tomamos un par de cervezas antes de cenar, Ángel se pidió una calzone , yo un carpaccio acompañado de rúcula y parmesano, estaba riquísimo, terminamos con un postre y a dormir, mañana a coger el coche que nos esperaban doce horas conduciendo.



Desayunamos, aunque suene repetitivo, con vistas a las altas montañas, pensando en las rutas de senderismo que se podrían hacer por esa zona. Cargamos las bicis, las maletas y rumbo a Carpentras, muchos kilómetros, mucho tráfico y mucho dinero gastado en peajes, llegamos tan agotados que nos dimos una ducha, cenamos algo que traía de España y a dormir. Ah!!! Quiero mencionar que coincidimos en la casa con una pareja de amigos que venían desde Holanda y su destino era Niza, todo en bici, sólo les quedaban dos días de ruta. Estas historias de gente, amigos, compañeros, familiares, parejas, en general personas con una afición en común y con ganas de hacer cosas diferentes que les da igual el cansancio, lo desconocido, el no saber donde vas a dormir o con quien coincidirás, esta tribu son fantásticos, se ponen el mundo por montera y a disfrutar de la aventura, son de admirar y me encantaría poder hacerlo como aquel año que hice el Camino de Santiago con Gema, es un muy mejor recuerdo y muy mejor experiencia.

En fin, que descansamos para pasar nuestro último día haciendo lo que nos gusta, próxima parada Mont Ventoux.


P.D. En esta semana me han dicho varias personas, de distintos círculos, una misma frase: " Haz lo que te apetezca a ti". Piénsenlo...


                                                                                                             Ruthilante

Comentarios