La culpa la tiene el Portillo de Lunada y mis compis de bici que fueron unos suertudos y les tocó una inscripción para hacer la marcha La Cantabrona .
Así que a inscribirme en la marcha y compartir la experiencia con ellos, también se animaron Ángel y Félix.
170 km con 3394 m de desnivel positivo, casi nada, este es un gran reto para mi, tanto en kilómetros como en altimetría. Hay siete subidas o siete puertos, exigentes y entre ellos no hay tregua bajada, subida, bajada, subida …
Salimos el viernes después de comer, cuando llegamos a Barreda fuimos directos a la casa donde nos esperaban los compañeros con los dorsales, el 243, mi dorsal colocado en la bici, y a preparar la ropa, es de estos días que según previsión llovía pero no iba a hacer mucho frío, época que no sabes que ponerte, no quieres pecar por exceso de calor y también es un peligro subir en la bici y pasar frío. Al final viendo previsiones decidí por culote largo de entre tiempo, maillot largo y camiseta interior de verano, añado el chaleco, guantes finos, braga y el chubasquero. Se me olvidaron los cubre botas, llevé las punteras que algo protegen.
Tras una cena llena de carbohidratos, unas pizzas que estaban riquísimas, preparadas en horno de leña, y una cervecita ( ni una más que al día siguiente hay que rendir) nos fuimos a dormir temprano que a las 7:30 teníamos que salir.
Me desperté sobresaltada, a las seis de la mañana me levanté y empezamos a vestirnos, desayunamos unas tostadas con café, y dirección a Polanco desde donde salía la marcha, a unos seis kilómetros, allí nos esperaba Félix, estábamos preparados en meta, buen ambiente, risas, fotos, y sol sorprendentemente hacía sol. Estrené las nuevas gafas que me regalaron por el día de la madre, que me encantan, son muy ligeras, se adaptan bien y parece que no me quedan mal 😉.
En la salida Ángel y Félix se escaparon, hasta meta no les íbamos a ver, se quedaron conmigo los cuatro mosqueteros, Antonio, Víctor, Alfredo y Paco. Y comenzamos la marcha, los primeros kilómetros hasta la subida del Alto de San Martín fueron tranquilos entre tanta gente y con algunos repechos que picaban, como el de Torrelavega. El Alto de San Martín se me hizo corto, estaba entretenida con tanta gente y observando el entorno, son 6 km con una pendiente media del 3,4 % , donde se asciende 218 m, no nos engañemos que estos puertos son los que van desgastando sin que te enteres.
Seguimos hasta afrontar el Alto del Caracol, en toda la subida tuve buenas sensaciones y puse mi ritmito, en los tramos del 8/10 % no tuve sensación de piernas cargadas, aún estábamos en el primer tercio del recorrido y no convenía forzar, hay que medir. Paco se escapó, habíamos quedado en parar en el avituallamiento, los demás llegamos juntos y aprovechamos para rellenar agua, comimos unas galletas, plátano y unas gominolas. Rápidamente nos pusimos cortavientos y chubasqueros que empezaban a asomarse las nubes, en la bajada tuve que hacer una parada técnica.
Tras terminar la bajada, desde San Roque de Riomiera, empezamos a subir, es donde se dividen las dos marchas, la Gran Fondo de 170 km y la medio fondo de 106, nosotros giramos a la derecha comenzando a subir Portillo de Lunada, ahí Paco estaba en duda de si seguir o ir a la corta, se veían una nubes acercándose que no tenían buena pinta, al final se decidió por la larga y seguimos juntos. El primer tramo entre árboles y laderas rocosas, me pareció bonito y aproveché e hice algunas fotos, Alfredo bajó el ritmo, empezaba a tener molestias en las lumbares y prefirió ser comedido para poder terminar bien la marcha, seguimos Paco, Antonio, Victor y yo, a los tres kilómetros de repente, y con mucha fuerza descargó una nube tal cantidad de agua que el tiempo de pararme para ponerme el chubasquero hizo que me empapara, era un diluvio el agua caía por el asfalto como regueros de agua, mis tres compis siguieron mientras me ponía el chubasquero y me quedé descolgada, pero seguimos, todos seguimos subiendo aún viendo como bajaban ciclistas en espantada, a falta de cuatro kilómetros me empezó a llamar Angel insistentemente, por lo que me paré y cogí el teléfono, me avisó de que arriba les había caído hasta granizo y que ellos iban a abandonar pero que volverían a Polanco por un camino alternativo, me aconsejó que no siguiera, que había gente hasta con hipotermia después de la bajada. Mientras que estaba parada hablando, se acercó una furgoneta de la organización, me preguntaron si estaba bien y les dije que sí, que iba a subir. Me informaron de que detrás venía un autobús para recoger a ciclistas y bicis.
Tras este parón seguí, tenía que coronar y allí estaban los compañeros esperando, en la parte más alta con muchas curvas se veía casi todo el recorrido, que pena que estuviera con nubes y lluvia. Una vez coronado el puerto, 17,5 k con una pendiente media del 5’7 % y 993 m de ascensión, comentamos lo del autobús y decidimos esperar.
Todos lo estábamos pasando mal, al estar tan mojados y con el aire que hacía, empezamos a temblar, había arriba una pareja que estaban más congeladitos aún que nosotros. Esperamos al autobús, pero nos dijo que nones, iba lleno debieron ir montándose los ciclistas que bajaban, Paco entró en pánico, no se veía capaz de bajar con los frenos de zapata, automáticamente tras el autobús llegó una furgoneta oficial, decidimos bajar con cuidado y les dijimos a la pareja que subieran ellos y Paco.
Quedábamos cuatro, bajamos Lunada por la misma cara que subimos, paramos como tres veces para desentumecer manos y que los frenos no sufrieran, yo llevo frenos de disco y se nota bastante en las bajadas, son más seguros y precisos, sobre todo en asfalto mojado. Paramos en el primer bar que vimos, estaba hasta arriba de ciclistas, todos buscando calentarse, entrar en calor y pensar qué opciones teníamos.
Nos pedimos un café y al lado de una estufa deliberamos, ellos optaban por seguir hasta Liérganes y coger trenes hasta Polanco, cuando miré lo que íbamos a tardar … se me quitaron las ganas de coger el tren, pero como esto es una democracia, pues a Liérganes a coger el tren, hay que adaptarse al grupo.
Pero mira por donde, empezamos a rodar hasta Liérganes y empezó a despejar el cielo, incluso empezamos a notar los rayos de sol, cambiamos de planes y decidimos seguir hasta Polanco realizando el mismo recorrido que la medio fondo. Fue un acierto, entre arboledas, y pueblos con encanto, se nos quito el disgusto del agua, es más, el sol seguía calentando y nos fuimos secando a medida que pedaleábamos. Ya no había que subir más puertos, empezamos a llanear, con repechos y tramos de subida, el aire comenzó a soplar y los cuatro hicimos lo que mejor se nos da rodar en grupo, tenemos a Víctor que es una bestia del llano que se comió bien el viento, en las últimas subidas le tuvimos que pedir que bajara un poco y el que es muy bien mandado y mejor compañero se adaptó al ritmo que le pedimos.
Seguimos dando pedales, disfrutando, riendo, posando en las últimas fotos, hasta llegar a meta los cuatro juntos y con una gran sonrisa.
Allí nos juntamos con Ángel y Félix, comimos unas porciones de pizza, ensalada de pasta y un refresquito, en la mesa todos comentábamos la épica marcha, mientras esperábamos a que Paco llegase, Víctor y Alfredo aprovecharon a que les dieran un masaje, y por el tiempo que se tiraron y lo relajado que llegaron, para la próxima marcha me apunto a una masajito, detalle de la organización. Y tras los sorteos y un brindis con una cervecita fresca y rica, volvimos a Barreda, nos duchamos y fuimos a cenar, repetimos sitio y casi menú!! Los brindis y las risas no faltaron en una jornada deportiva, que casi se echa a perder por el aguacero que cayó, lo más importante del día fue que no hubo ningún percance, se quedó en una anécdota para recordar y contar.
“LA CANTABRONA BY RUTHILANTE
⛰️135 km 2600m “
El domingo se preveían lluvias por lo que no pusimos despertador, tras un buen descanso amanecimos con un pedazo de sol que nos dirigió directos a Santander, estuvimos haciendo un poco de turismo por la zona del Palacio de la Magdalena y dimos un paseo por la Playa del Camello. Un placer sentir la brisa del mar, su olor y su sonido.
Antes de salir comimos un buen cachopo en Torrelavega. Y con la sensación de haber hecho un buen trabajo el sábado, haber pasado un bonito fin de semana acompañada de amigos y haber disfrutado de Cantabria tanto en bici como caminando, volvimos a Madrid sin remordimientos, como dice El Barrio.
P.D. Cantabria Apetece, tengo que volver y terminar lo que se quedó a medias. No hay derrotas, solo cambio de planes 😉
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