Pasamos la noche en Bormio, descansando bien y sin despertador, una maravilla. Con el mollete con jamón en el estómago y un buen café con leche nos dirigimos hacia el Stelvio, la subida por la cara que no conocíamos.
Casi 22 km de puerto, con 38 tornanti, desde el pueblo empezamos a subir, piernas frías y pendientes puntuales del 10%, pasando el pueblo a la altura de las Termas nos encontramos con un kilómetro duro, antes de comenzar a pasar por los túneles que atraviesan la montaña, nos encontramos durante todo el ascenso con varios túneles abiertos por donde escuchas el agua caer, nos dan sombra y un poquito de fresco ya que la mañana comenzó calurosa. Vamos pasando y en cada curva, cada túnel, nos encontramos con paisajes espectaculares y perspectivas distintas del grandioso Stelvio sin dejar de sufrir tramos que superan el 10%, lo que hace que a veces no tuviese mis cinco sentidos puestos en el entorno, ya que también hay que pedalear.
Una sucesión constante de tornantis nos lleva hasta el bar donde hay una enorme cascada que no deja a nadie indiferente, es hipnótica. A falta de ocho kilómetros empieza a cambiar el paisaje, dejamos atrás la zona más montañosa para ver zonas más extensas de prados y verde, digamos que a la altura de la Fuente tenemos aproximadamente cuatro kilómetros donde la pendiente se suaviza y puedes disfrutar de un pedaleo más rítmico y subir un poquito la velocidad, este tramo me gustó bastante, me dio un poco de energía extra, que la iba a necesitar para los últimos kilómetros.

Una vez conocidas las tres caras del Stelvio, me parecen las tres increíbles, pero para mí la más bonita es la subida desde Prato, creo que por ser la primera, mi primera en muchos sentidos, mi primer puerto de categoría especial, mi primer mayor ascenso, las 48 herraduras, el gran sufrimiento de los ocho kilómetros, la belleza impactante que me produjo ver esa pedazo de montaña, … y la llegada, cuando coroné, mientras que estaba sufriendo y creía que no iba a poder dar un pedal más, la gente que estaba allí empezó a aplaudir y a darme ánimos y la enhorabuena, fue muy bonito.
En esta ocasión hice la subida prácticamente sola, ya que le pedí a Ángel que subiera a su ritmo, que arriba nos encontraríamos con los amigos que subían por la otra cara. Y así, con mis pensamientos y meditación, disfruté de una subida bellísima, en el último tramo, estuve acompañada de Ángel que bajó a mi encuentro y con él volví a coronar el Stelvio por segunda vez.
Arriba me tome un café, como una reina me encontré respirando a 2758 m de altitud, mi momento de relax y disfrute, es el paraíso de los Dioses, el Olimpo del ciclista.
Coincidimos con los amigos pero no podíamos estar mucho tiempo parados ya que empezó a nublarse y entre la altitud, el aire y las nubes comenzamos a quedarnos fríos. Empezamos el descenso y bajando me pareció aún más bello, paramos varias veces a hacer fotos, qué pena que no pudimos recrearnos más porque acechaba la lluvia y ya con el agua del día anterior en la Maratona estábamos servidos. Me hubiese tomado una birra en el bar, contemplando la cascada, pero la amenaza de lluvia hizo que nos detuviéramos lo justo para no quedarnos helados.
Llegamos a Bormio aproximadamente a las 14:00h la hora del aperitivo, nos pilló el semáforo en rojo justo en la puerta de una tienda, terraza, alquiler de bicis, el paraíso bianchi le llamé yo, así que lo del semáforo en rojo fue una señal, semáforo en rojo cielo despejado y terraza, igual a celebrar el ascenso con una birras italianas, birra Stelvio, hecha en Bormio.
Nos supo a gloria, regresamos a la camper, nos duchamos y comimos, el tiempo justo de descansar antes de que comenzase la gran tormenta.
¿ Qué podíamos hacer al día siguiente? Había muchas opciones, todo dependía del tiempo y de las piernas.
Continuará…
P.D. Una montaña y tres vertientes, tres regalos para nuestros sentidos. Maravillosa naturaleza.
Ruthilante
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